lunes, 28 de diciembre de 2009

domingo, 24 de mayo de 2009

Audio: Foro "Gobernabilidad. Reflexiones y Propuestas"

La Fundación Ágora S. L., con la colaboración del Instituto de Estudios Jurídicos “Marcelo Arturo Petrino”, organizó y efectuó el pasado 29 de octubre de 2008, en el Auditorio del Colegio de Abogados y Procuradores de la Ciudad de San Luis, el Foro “Gobernabilidad. Reflexiones y Propuestas”.
En la ocasión y ante una numerosa concurrencia procedente de diversos sectores de la comunidad, disertaron acerca de la temática propuesta, el abogado José Guillermo L’Huillier sobre Gobernabilidad y Desarrollo Institucional, el periodista Mario Otero acerca de Gobernabilidad y Medios de Comunicación y el abogado Roberto Eduardo Pagano se refirió a Gobernabilidad, Economía y Justicia.
Una vez concluidas las conferencias, se invitó al público presente a efectuar preguntas a los disertantes, con lo cual dio inicio el diálogo y el debate que se prolongó durante varios minutos. Esta iniciativa constituye la primera, llevada a cabo por la Fundación Ágora S. L., de otras programadas con el objetivo de brindar escenarios de participación, diálogo, propuestas y discusión de ideas proyectadas hacia toda la comunidad.

domingo, 23 de noviembre de 2008

SÍNTESIS FORO “GOBERNABILIDAD. REFLEXIONES Y PROPUESTAS”

La Fundación Ágora S. L., con la colaboración del Instituto de Estudios Jurídicos “Marcelo Arturo Petrino”, organizó y efectuó el pasado 29 de octubre de 2008, en el Auditorio del Colegio de Abogados y Procuradores de la Ciudad de San Luis, el Foro “Gobernabilidad. Reflexiones y Propuestas”.

En la ocasión y ante una numerosa concurrencia procedente de diversos sectores de la comunidad, disertaron acerca de la temática propuesta, el abogado José Guillermo L’Huillier sobre Gobernabilidad y Desarrollo Institucional, el periodista Mario Otero acerca de Gobernabilidad y Medios de Comunicación y el abogado Roberto Eduardo Pagano se refirió a Gobernabilidad, Economía y Justicia.

Una vez concluidas las conferencias, se invitó al público presente a efectuar preguntas a los disertantes, con lo cual dio inicio el diálogo y el debate que se prolongó durante varios minutos.
Esta iniciativa constituye la primera, llevada a cabo por la Fundación Ágora S.L., de otras programadas con el objetivo de brindar escenarios de participación, diálogo, propuestas y discusión de ideas proyectadas hacia toda la comunidad.

A continuación se transcriben las síntesis de las exposiciones brindadas.


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GOBERNABILIDAD Y DESARROLLO INSTITUCIONAL

José Guillermo L´Huillier

¿Por qué adquiere importancia el tema de la gobernabilidad en las actuales circunstancias?

La economía mundial padece una crisis financiera global, circunstancia que impone la necesidad de reflexionar sobre el concepto de “gobernabilidad”, su relación con los procesos políticos locales, el desarrollo institucional logrado por nuestro país y la capacidad del sistema político para tomar decisiones colectivas y resolver conflictos en el marco de las reglas y procedimientos vigentes.

Cabe señalar que el concepto de “gobernabilidad” excede las cuestiones específicas relacionadas con la acción de gobierno en un determinado momento histórico en tanto expresa la capacidad de una determinada sociedad para implementar un sistema de político que -además de ser estable y confiable- asuma como meta o valor final el desarrollo humano.

Es importante destacar también que la gobernabilidad no siempre es democrática, un gobierno autocrático puede tener gobernabilidad y también se observan supuestos de gobernabilidad democrática sin crecimiento y sin desarrollo humano, pero solo la gobernabilidad democrática hace sustentable el desarrollo humano. (Ver “Gobernabilidad Democrática para el Desarrollo Humano”, Joan Prats i Catalá, Universidad Abierta de Cataluña)

Como primera aproximación al tema debemos determinar que son las instituciones y cómo se relacionan con la “gobernabilidad”.

¿Qué son las instituciones?

• Son las reglas del juego en una sociedad.
• Son un sistema de reglas y procedimientos a través de los que se toman decisiones de autoridad y en el marco de las cuales los actores estratégicos resuelven sus conflictos.
• Constituyen el verdadero régimen político, ya que deciden cómo se toman las decisiones y, al hacerlo, definen quiénes son los actores estratégicos y cómo se puede acceder a esa categoría dentro del sistema establecido.
• Estas reglas determinan además el tipo de relaciones que se establecen entre el poder político, por un lado, y la esfera económica y social por otra.

¿Cómo se relacionan las instituciones con la gobernabilidad?

• La gobernabilidad será mayor cuanto mayor sea la fortaleza de las reglas y procedimientos, es decir, cuanto mayor sea su institucionalización.
• Además serán más duraderas y eficaces cuanto más capaces sean de contener y procesar en forma pacífica los conflictos entre los actores estratégicos.

¿Qué diferencia hay entre instituciones formales e informales?

• Las instituciones formales son creadas por actores que controlan recursos de poder y tienen el carácter de normas legales (Constitución Nacional, Constitución Provincial, Cartas Orgánicas Municipales, etc.).
• Las instituciones informales son los códigos de conducta no escritos que regulan las prácticas sociales cotidianas, prácticas que reconocen un origen y una determinada profundidad histórica.
• No siempre existe correspondencia entre la institucionalidad formal y la informal; es frecuente que normas legales se conviertan en letra muerta, por cuanto las prácticas sociales concretas se regulan por una institucionalidad informal que contradice la establecida por tales normas.

¿Con qué se relaciona la gobernabilidad?

• Con la estabilidad de las instituciones a pesar de la incertidumbre del juego político, es decir, de las negociaciones y los acuerdos entre los actores políticos;
• Con la capacidad de las instituciones políticas y sociales para agregar y articular intereses;
• Con la capacidad para regular y resolver conflictos;
• Con el desarrollo humano como meta o valor final.

¿Cuál ha sido el contexto histórico de la gobernabilidad en la Argentina?

La “gobernabilidad democrática” -que se restableció en 1983 después de más de cincuenta años de golpes de estados y sistemas políticos autocráticos- ha soportado dos graves crisis… una en 1989 y otra en 2001.
En ambos casos las crisis de gobernabilidad se asociaron con crisis económico-financieras en el marco de un severo endeudamiento fiscal del Estado Nacional.
En 1989 el Justicialismo constituyó una alternativa de poder ante la crisis de gobernabilidad y la renuncia del Presidente Alfonsín. La resolución de la crisis se produjo en el marco institucional de la Constitución de 1853/60.
Con la Presidencia de Menem y el régimen de convertibilidad se estabiliza la economía y se asegura la estabilidad del sistema político-institucional, no obstante en 1994 -antes de la finalización de su primer mandato- Menem plantea sus ambiciones reeleccionistas para lo cual propicia la reforma de la Constitución Nacional de 1853/60.
Se formaliza así el “Pacto de Olivos” – que en realidad es un pacto de dos- y en base al “Núcleo de Coincidencias Básicas” del mismo se convoca a la Convención Constituyente que sanciona la Reforma de 1994.
La reforma se realiza sin un debate profundo en el seno de la Convención, resultando un texto constitucional que presenta graves deficiencias y ha posibilitado –en la práctica- un marcado deterioro institucional, en el que se destacan entre otros vicios: el hiper-presidencialismo, la concentración de poder en el Ejecutivo, falta de división de poderes, el vaciamiento de las facultades del Congreso por el uso y abuso de los decretos de necesidad y urgencia y la delegación de competencias indelegables en el Ejecutivo, la “emergencia económica”, el debilitamiento y corrupción de los órganos de contralor, la alteración del régimen federal debido a la falta de sanción de una ley de coparticipación federal y el manejo discrecional de los recursos presupuestarios por el Gobierno Federal.
La crisis de gobernabilidad de 2001 reconoce, en mi opinión entre otras causas, la debilidad institucional que resulta del Pacto de Olivos y la reforma constitucional de 1994.
En el 2003 el ballotage “criollo” –instituido por la reforma del 94- permitió la asunción de un Presidente de minoría ya que solo contaba con el 22% de los votos y no representaba a un partido político, sino a una facción política, pués el justicialismo –si bien constituía una alternativa de poder- concurrió a las urnas divido en tres facciones: Menem, Rodríguez Saá y Kichner.
El Presidente electo en 2003 por ser un “presidente de minoría” asumió con una débil legitimidad de origen, situación que después determina una grosera manipulación de la opinión pública mediante la utilización de recursos del Estado para ganar legitimidad y conduce con el tiempo a una concentración de poder extrema que hace crisis en el 2008 con el conflicto de campo y la mentada resolución 125.
En las actuales circunstancias no existe una oposición articulada y mucho menos una alternativa de poder frente a una eventual crisis de gobernabilidad, los partidos políticos han sido sustituidos en los hechos por facciones políticas y el llamado “pluriperonismo” genera una marcada despolitización de la sociedad. (Conf. Alain Rouquié, “Los argentinos está despolitizados”, La Nación, 26 /10/08)
Así las cosas, hoy la “gobernabilidad” en La Argentina no se sustenta en instituciones sólidas, sino en el “manejo de la caja” que, con total discrecionalidad, realiza el Ejecutivo Nacional, al extremo que muchas Provincias pierden día a día su autonomía y son conducidas por Gobernadores-Delegados que dependen del Gobierno Federal para subsistir. El federalismo languidece ante un populismo clientelista que encuentra, en el conurbano bonaerense y en la cooptación de dirigentes de diferentes facciones, una inestable fuente de sustentabilidad. Como en la época de Alberdí conviven “dos países”… “El Estado metrópoli, Buenos Aires, y el país vasallo, la república. El uno gobierna, el otro obedece; el uno goza del tesoro, el otro lo produce”… (Alberdi, Juan B., “Grandes y pequeños hombres del Plata”, 107, Editorial Garnier Hermanos, 1912).

¿Qué propuestas se pueden formular para fortalecer las instituciones y, por ende, la gobernabilidad?

Se necesitan consensos mínimos para:

· Propiciar una reforma constitucional que prohíba las reelecciones tanto a nivel Nacional, como en los ámbitos provinciales y municipales, no solo en los poderes ejecutivos, sino también en los legislativos.
· Fortalecer los partidos políticos para superar la debilidad institucional que genera un sistema político de facciones políticas.
· Generar una alternativa de poder, esto supone además superar el “mito” de que solo el justicialismo garantiza la gobernabilidad.
· Fortalecer el federalismo, avanzar en una real descentralización política que limite la grosera concentración de poder que hoy se constata en el Ejecutivo Nacional con un manejo discrecional de la “caja”, situación que se caracteriza por la ilegalidad, la arbitrariedad y la inequidad.


GOBERNABILIDAD Y COMUNICACIÓN

Mario Otero

Los grandes diarios estadounidenses y la CNN extremaron en los últimos meses, con conciencia del peso de sus informaciones y de la repercusión de sus columnistas en el ánimo de las poblaciones, el lenguaje para referir al desplome de las grandes corporaciones financieras que originó la crisis sin precedentes que vivimos. No quisieron ser desestabilizadores del sistema, pero el uso de giros y figuras no evitó el desastre. Por el conflicto con el campo, el Gobierno y el Partido Justicialista tildaron de desestabilizadores a quienes cortaron las rutas y al periodismo que se ocupó de la protesta. El gobierno pretendió que los medios “eran” la protesta, un dislate equivalente a decir que los medios causaron la caída del sistema hipotecario en Estados Unidos. Los ejemplos señalan la tensa relación de los gobiernos con los medios –que son actores políticos, económicos y sociales-, que suele derivar en antagonismo y, en circunstancias, en avances sobre la libertad de prensa. Los gobiernos culpan a los medios de tergiversar la realidad y de incidir negativamente en el ánimo de la población (el buen ánimo social es uno de los elementos de la gobernabilidad); los medios y los periodistas, sostienen lo contrario. El problema nace en el trabajo mismo del periodista que, al elaborar la noticia, que es un artificio, construye “una realidad”, que se “ajusta en todo lo posible” a la realidad de los hechos. Por lo tanto nunca hay objetividad plena. Tampoco la hay en el discurso con que los gobiernos construyen la realidad, ni en la imagen de la realidad que cada ciudadano edifica, la mayor de las veces, a partir de la descripción de los medios. Estas diferencias se perciben más ahora por la participación de los ciudadanos en los correos de lectores de los diarios, los llamados telefónicos a las radios, el envío de imágenes captadas con celulares a la tevé, su entusiasmo por intervenir en los foros en las webs, etc., porque los medios de alguna manera pierden el control de los contenidos y no llegan a modelar totalmente su incidencia en la sociedad. El periodista ha perdido el monopolio en la emisión de los mensajes, porque éstos se han hecho, sin duda, multidireccionales, lo que consolida la incidencia social de los medios. Los medios son factores de poder con especialidad en la comunicación. Por lo tanto, “un interlocutor necesario para analizar la gobernabilidad de la sociedad” (Uranga). Se han constituido, además, en el escenario de hechos con incidencia en la vida política, lo que ha llevado a Casullo a sostener que “la política son los medios y los medios son la política”. Hay dos conceptos imperiosos al analizar la relación gobierno – medios y la gobernabilidad: la vulnerabilidad de los consensos y la representación (dos pilares de la democracia) en los que los medios tienen una tremenda incidencia; y la apatía ciudadana, que se vencería con el libre acceso a la fuentes de información pública. Para ejemplificar acerca de los medios y la gobernabilidad, resulta interesante el estudio de la UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales), que analizó el papel de los diarios de Buenos Aires en la legitimación de Néstor Kirchner, el presidente democrático con menor porcentaje de votos, una debilidad que pudo tornarlo inestable. Eso se logró mediante la profusa difusión de encuestas de opinión favorables al presidente. Los medios no profundizaron en el contenido de esos sondeos, que eran disímiles, a veces contradictorios y hasta dudosos. Sin embargo, los analistas, hasta los más prestigiados, contribuyeron a generar la percepción de que tuvimos el presidente con mejor imagen en la historia.

martes, 7 de octubre de 2008

ARGENTINA : DOS POLÍTICAS .... DOS PAISES

JOSÉ GUILLERMO L’HUILLIER

Durante el gobierno de Urquiza, se difundió una publicación titulada “LAS DOS POLÍTICAS”. El ejemplar más antiguo no consigna autor ni fecha. Algunos le atribuyen su autoría a José Hernández –autor del Martín Fierro-, aunque en realidad se cree que pertenece a Olegario Víctor Andrade.

No obstante haberse difundido en el Siglo XIX, la realidad que describe la mencionada publicación mantuvo plena vigencia durante el Siglo XX y manifiesta una asombrosa actualidad en la Argentina del Siglo XXI.

Uno de sus párrafos sustanciales expresa: “Las cuestiones de organización, de forma de gobierno, de instituciones liberales, eran los diferentes disfraces de la cuestión económica”, en la cual Buenos Aires “ha monopolizado el comercio, el transporte de bienes y el gobierno en general... Derrocado en 1810 el régimen metropolitano y devuelta la soberanía política del país al pueblo de sus provincias, Buenos Aires se erigió de hecho en Metrópoli territorial, monopolizando, como ha dicho el señor Alberdi, en nombre de la República independiente, el comercio, la navegación y el gobierno general del país, empleando el mismo método que había empleado España. En vez de Madrid, se llamaba Buenos Aires... En vez de coloniaje extranjero y monárquico, tuvimos desde 1810 el coloniaje doméstico y republicano”.

Sostiene el autor, que desde esa fecha (1810) una sola cuestión ha sido importante: quién controlaría la abundancia material del país... ¿ Buenos Aires o las Provincias Unidas? La respuesta es obvia: Buenos Aires. Este hecho explica no sólo la pobreza de las provincias, sino también sus gobiernos caudillistas: “Los caudillos fueron hijos del egoísmo de Buenos Aires... Surgieron en cada provincia como un resultado fatal de la confiscación de la fortuna de las provincias, hecha por Buenos Aires. Por eso es que cuando vemos al partido localista de esa provincia proclamar la extirpación del caudillaje tenemos lástima de su ignorancia de la historia y de su miopía política. ¿Qué fueron los caudillos sino los gobernadores de las provincias abandonadas a su propia suerte, aguijoneadas por el hambre y por la inquietud del porvenir ?”

En otros de sus párrafos, el autor de “Las Dos Políticas” afirma que los porteños siempre se comportaron, sin tener en cuenta diferencias políticas menores, con una sorprendente unión: “La historia dirá algún día que ha existido en Buenos Aires un partido localista y retrógrado...partido de mercaderes políticos que ha negociado con la sangre y los sufrimientos de la República. Partido sin fe, sin dogma, sin corazón...”. También expresa que dentro de este partido invisible, hombres diferentes se vuelven colaboradores involuntarios: “...no es injusto negar su complicidad con los principios trascendentales de su política soberbia, exclusivista y vanidosa: la ruina y el desquicio para las provincias, la riqueza y el poder para Buenos Aires. ¡La misma política de todos los tiempos aciagos de la República!”

Este concepto de “Las Dos Políticas” coincide con la visión de “los dos países” que formula Alberdi, quien argumenta: “Para Buenos Aires, Mayo significa independencia de España y predominio sobre las provincias: la asunción por su cuenta del vasallaje que ejercía sobre el virreinato, en nombre de España. Para las provincias, Mayo significa separación de España, sometimiento a Buenos Aires; reforma del coloniaje no su abolición. Ese extravío de la revolución debido a la ambición ininteligente de Buenos Aires, ha creado dos países distintos e independientes, bajo la apariencia de uno sólo: El Estado metrópoli, Buenos Aires, y el país vasallo, la república. El uno gobierna, el otro obedece; el uno goza del tesoro, el otro lo produce; el uno es feliz, el otro miserable." (Alberdi, Juan B., “Grandes y pequeños hombres del Plata”, 107, Editorial Garnier Hermanos, 1912).

Incorpora así Alberdi a la historiografía argentina una de las visiones más perdurables: dos países... dos culturas, dos existencias paralelas, dos historias. Uno en Buenos Aires. Otro en las provincias y sus clases populares. “Buenos Aires y las provincias argentinas forman como dos países, extranjeros uno de otro. Como esa división tiene por objeto la explotación de un país por el otro, una profunda enemistad los divide y hace ser enemigos naturales en el seno mismo de la unión o federación, que no los liga sino para hacer efectiva esa explotación”.

Hoy coexisten en la Argentina las dos políticas y los dos países, con el mismo predominio de uno sobre el otro: el Pacto de Olivos -y la reforma constitucional de 1994- consolidó el poder centralista de Buenos Aires. Los porteños se apropiaron de la Capital Federal para constituir la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; en 1999 asumió la fórmula presidencial porteña De La Rúa- Álvarez y en el 2001 los bonaerenses Duhalde y Alfonsín reeditaron el Pacto de Olivos.

En enero de 2002 – una vez más- el partido único de Buenos Aires (integrado entonces por justicialista y radicales bonaerenses) se apropió -mediante una Asamblea Legislativa- del Gobierno Federal. A partir de 2003 se consolidó aún mas el centralismo, al extremo que muchos Gobernadores dependen de la “caja” del Gobierno Central para subsistir… son en realidad Gobernadores-Delegados.

La crisis del campo -que desencadenó la mentada Resolución 125- hizo evidente la visión de los dos países… uno que goza del Tesoro… otro que lo produce… como decía Alberdi.

“La historia dirá algún día que ha existido en Buenos Aires un partido localista y retrógrado... partido de mercaderes políticos que ha negociado con la sangre y los sufrimientos de la República. Partido sin fe, sin dogma, sin corazón...” “...no es injusto negar su complicidad con los principios trascendentales de su política soberbia, exclusivista y vanidosa: la ruina y el desquicio para las provincias, la riqueza y el poder para Buenos Aires. ¡La misma política de todos los tiempos aciagos de la República!...” (“Las Dos Políticas”, Ed. Devenir, Bs. As., 1957)

LIDERAZGO PARA ABORDAR EL FUTURO

José Guillermo L’Huillier
Ivana E. M. Cabrera

Los siete pecados del liderazgo según Gandhi:
Riqueza sin trabajo
Placer sin conciencia
Conocimiento sin carácter
Comercio sin moral
Religión sin sacrificio
Política sin principios
Ciencia sin humanidad

Un buen líder se distingue de los demás cuando empieza a desarrollar a las personas que le rodean. Él toma a los suyos y los eleva del lugar donde están a un nivel superior. Tiene confianza en sí mismo y no tiene temor de que otra persona se pueda desarrollar más allá de él. En este nivel, el líder quiere ver el verdadero desarrollo del potencial que hay en los que le rodean.Cualquiera puede ejercer su poder sobre las demás personas, pero un líder hace surgir poder en los demás. Cualquiera puede mandar a otro, pero un buen líder capacita a otros para que puedan cumplir con su labor. Hay un crecimiento en los que le rodean, lo que significa que hay un crecimiento en el líder también y no desarrolla seguidores sino que desarrolla más líderes.

El más alto propósito del liderazgo

Los grandes logros, los avances, los cambios positivos, las fuertes transformaciones culturales, pueden perderse si el liderazgo no comprende su más alta responsabilidad, su máximo compromiso: desarrollar nuevos líderes.

Liderazgo para el futuro

El desencuentro crecientemente observable entre muchos políticos tradicionales y sus pueblos procede de la tendencia de los mismos a armar su agenda de actuaciones más desde las querellas del pasado que desde los retos y oportunidades del futuro. Esta actitud, excusable en tiempos de prolongada estabilidad, resulta insensata en momentos como el actual que pueden calificarse, sin exageración, de verdadera mutación o cambio civilizatorio. No estamos, sin duda, ante el fin de la historia, pero sí en los albores de una era histórica nueva.

Transitando el siglo XXI se adivina fácilmente la emergencia turbulenta de una sociedad crecientemente global, plural y compleja, interdependiente y dinámica, cuyos retos y oportunidades poco van a parecerse a los que trataron de responder las ideologías e instituciones generadas por la revolución industrial. Ningún país responsablemente gobernado puede prescindir de una estrategia nacional de posicionamiento en el nuevo orden internacional emergente.

La capacidad para formular y poner en práctica estrategias nacionales de recomposición interna y de reposicionamiento internacional será, pues, crítica. Tal capacidad depende de muchos factores. Se destacan:

(a) La existencia o no de liderazgo eficaz, es decir, de dirigencia creíble, capaz de articular una visión viable, que cimiente una coalición suficiente para impulsar un programa de reformas estructurales y vencer las resistencias que se le opongan.

(b) El tejido institucional y cultural profundo del país, es decir, de las verdaderas reglas del juego político, económico y social, interiorizadas y aplicadas por los distintos actores relevantes.

(c) La capacidad para formular e implementar las políticas públicas requeridas para el enfrentamiento eficaz de los retos.

El liderazgo es una parte vital para el cambio institucional. La gran cuestión que los líderes actuales confrontan puede formularse así: ¿cómo puede una sociedad heterogénea, con gran número de actores portadores de diversos intereses en conflicto, en la que ningún grupo puede forzar a los demás a cooperar, encontrar caminos para avanzar hacia arreglos institucionales más eficientes y equitativos? La historia particular de una sociedad acaba siendo moldeada por el número y la calidad de las personas que se deciden a ponerse al frente del proceso de cambio. Éste no se produce nunca por sí sólo.

Sin la función del liderazgo el cambio no se acabará produciendo o se producirá de manera limitada o inadecuada. La emergencia de los nuevos modelos mentales, percepciones o aprendizajes, el cambio de actitudes, la adquisición de nuevas competencias, son procesos que pueden darse más rápidamente y mejor cuando se dispone de liderazgo.

En sociedades pluralistas y complejas los liderazgos deben hallarse desparramados por toda la sociedad. Ser líder depende de la decisión personal de asumir la función de ponerse al frente, procurar visión y sentido de la dirección, comunicar y construir confianza, tanto o más que de la posición que se ocupe formalmente.

El liderazgo requerido para el cambio institucional exige, en primer lugar, visión. La formulación de la visión requiere: (a) la comprensión de los intereses a corto y largo plazo de un amplio espectro de actores sociales; (b) una percepción afinada de los equilibrios implicados en los arreglos institucionales vigentes; (c) conciencia suficiente de los impactos que las tendencias y fuerzas de cambio actuales y futuras van a tener sobre la sociedad y sus principales actores.

En segundo lugar, los liderazgos para la gobernabilidad democrática requieren de legitimidad. La legitimidad es lo que permite que funcione una comunicación efectiva entre el liderazgo y sus audiencias.

En tercer lugar, los liderazgos para la gobernabilidad democrática requieren la capacidad para tratar adecuadamente el conflicto. Para ello necesitan desarrollar la capacidad de convertir demandas, valores y motivaciones conflictivas en cursos de acción coherentes.

En cuarto lugar los liderazgos han de ser capaces de actuar como catalizadores del proceso de aprendizaje y de adaptación social. El aprendizaje implica principalmente reemplazo de información, modelos, valores y competencias. Hay que desaprender para aprender los nuevos modelos, valores y competencias que nos capacitarán para seguir aprendiendo. Latino América está viviendo el cambio de un modelo de desarrollo. Optimizar las potencialidades del nuevo modelo requiere multitud de liderazgos conducentes de este tipo de aprendizaje.

Difícilmente podremos llegar a decir que ya hemos consolidado la democracia, hecho eficiente el mercado y equitativa la sociedad. Cada generación va a tener su propia responsabilidad en esta reconstrucción incesante de la historia. Quizás el reto más decisivo de los liderazgos para la gobernabilidad democrática estribe en la catalización de los actores sociales para sostener este re-examen constante que es la base de todo el proceso de aprendizaje.